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Cuando hablamos del enfoque Reggio Emilia, hablamos de una mirada profundamente respetuosa hacia la infancia. Considera al niño como protagonista de su propio aprendizaje, con potencialidades infinitas. Dentro de esta perspectiva, comprender los esquemas de juego se vuelve esencial para observar, documentar y acompañar el desarrollo de cada niño de manera significativa.
¿Qué son los esquemas en el juego infantil?
Los esquemas son impulsos naturales, irresistibles y necesarios que tienen los niños y niñas durante el juego. Son patrones repetitivos de comportamiento que les permiten conocer y entender el mundo a través de la acción. Son, literalmente, la forma en que el cerebro se organiza, conecta y construye conocimiento.
A menudo, estos impulsos se manifiestan de manera que a los adultos nos resultan desconcertantes, o incluso "inadecuados". Pero si los comprendemos, podremos dejar de verlos como un problema y empezar a verlos como oportunidades de aprendizaje.
¿Cómo se relacionan con Reggio Emilia?
El enfoque Reggio Emilia nos invita a observar sin juzgar, a documentar el juego y a crear entornos ricos, provocadores y llenos de materiales que respondan a los intereses y necesidades reales del niño. Entender los esquemas de juego nos permite precisamente eso: ofrecer materiales y propuestas que respeten sus verdaderas motivaciones internas.
Esquemas más comunes en el juego infantil
A continuación, te comparto una lista de los esquemas más comunes. Seguramente reconocerás varios en tus estudiantes o incluso en tus propios hijos:
Orientación: Colgarse boca abajo, mirar desde debajo de una mesa, subirse a muebles. Este esquema busca explorar el mundo desde diferentes perspectivas.
Posicionamiento: Alinear objetos, ordenar por colores o tamaños, ubicar figuras de cierta forma. Este impulso está muy relacionado con el pensamiento lógico y matemático.
Conexión: Unir vías de tren, armar rompecabezas, atar cuerdas. Conectar y desconectar también es parte del proceso: ¡a veces construir implica luego destruir!
Trayectoria: Lanzar objetos, dejar caer cosas, saltar desde alturas. Este esquema explora el movimiento y la relación con la gravedad y el espacio.
Delimitar o contener: Meterse dentro de cajas, llenar recipientes, cercar animales. Todo lo que implique delimitar o contener.
Transportar: Llevar cosas de un lado a otro, en carritos, bolsos, manos o cubos. Es un esquema muy activo y común en etapas tempranas.
Envolver y desenvolver: Taparse con sábanas, envolver juguetes, jugar al escondite. El clásico “cucú-tras” es un ejemplo claro y temprano de este esquema.
Rotación: Girar sobre sí mismos, mirar objetos que giran, dibujar círculos. La fascinación por lo circular está muy presente en la infancia.
Transformación: Mezclar materiales, combinar comida, hacer barro. Es el juego exploratorio llevado a la experimentación sensorial.
¿Cómo podemos acompañar estos impulsos?
Desde la mirada Reggio Emilia, el rol del adulto es observar, documentar y ofrecer. Es decir:
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Observar para detectar el esquema presente.
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Documentar para entender cómo evoluciona y cómo se conecta con otros intereses.
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Ofrecer materiales que permitan profundizar y expandir ese impulso.
Por ejemplo:
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Si notas un fuerte interés por el esquema de trayectoria, puedes ofrecer pelotas de diferentes tamaños, rampas, papel para lanzar pinturas, agua para ver cómo fluye.
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Si ves el impulso de envolver, pon a disposición telas, cintas, cajas, materiales para envolver y desenvolver.
Esquemas y recursos educativos
Crear propuestas pedagógicas teniendo en cuenta los esquemas nos permite diseñar materiales más efectivos y significativos. En lugar de imponer actividades, proponemos provocaciones que responden a los intereses reales de los niños.
Un recurso educativo bien pensado puede integrar varios esquemas a la vez, por ejemplo:
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Una bandeja sensorial con materiales sueltos (piedras, cuentas, arena) puede permitir transporte, contención y transformación.
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Un juego de construcción permite conexión, posicionamiento y trayectoria.
Entender los esquemas de juego es abrir los ojos a un universo que ocurre delante de nosotros todos los días. Es cambiar la mirada del "¿por qué hace eso?" al "¿qué está explorando?". Desde esta comprensión profunda, podemos acompañar mejor, planificar con más sentido y confiar en que cada niño tiene su propio camino de desarrollo.
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